Cerca de 200 ballenas jorobadas están identificadas en el canal Beagle

Es el objetivo de un proyecto de científicas del CONICET que combina investigación y participación ciudadana para monitorear y conservar ballenas jorobadas en el canal Beagle. Son datos clave para la ciencia y el turismo responsable.

Un equipo de científicas del Centro Austral de Investigaciones Científicas (CADIC, CONICET) presentó una actualización del catálogo de identificación de ballenas jorobadas en el canal Beagle, un proyecto colaborativo que lleva más de una década en desarrollo y que involucra activamente a habitantes y visitantes de la región.

El trabajo, liderado por Natalia Dellabianca y Mónica Torres, integrantes del Laboratorio de Investigaciones en Mamíferos Marinos Australes del CADIC, junto con Agustina Dellabianca, estudiante de biología en la Universidad Nacional de Tierra del Fuego (UNTDF), combina esfuerzos científicos y ciudadanos para monitorear y conservar a estas majestuosas especies.

El proyecto, denominado Ciencia Ciudadana Jorobadas del Beagle, se inició en 2013 y se centra en la identificación fotográfica de ballenas jorobadas (Megaptera novaeangliae) que ingresan al canal Beagle durante el verano para alimentarse.

La metodología incluye relevamientos sistemáticos realizados por el equipo científico, así como registros enviados por tripulaciones y pasajeros de embarcaciones turísticas locales. Estos registros permiten diferenciar a los individuos de la especie a partir del patrón de coloración blanco y negro en la superficie ventral de la aleta caudal, único en cada ballena.

Más de 200 ballenas jorobadas están identificadas en el canal Beagle.

“El objetivo es saber, a través de la individualización de ejemplares, cuál es la cantidad de animales que ingresan al canal, cuánto tiempo permanecen en la zona, si estos mismos animales vuelven otras temporadas y si pertenecen a las poblaciones que se reproducen en el océano Pacífico o en el océano Atlántico”, explica Natalia Dellabianca.

Estos datos son fundamentales no solo para la conservación de la especie, sino también para la actividad turística local, que se beneficia de un avistaje responsable y sostenible.

El catálogo actualizado, que ya cuenta con cuatro ediciones, incluye un registro de casi 200 ballenas jorobadas identificadas en la zona del Beagle. Más de quinientas personas, entre habitantes locales, turistas, fotógrafos y tripulantes de embarcaciones, han participado en su elaboración.

Cada individuo identificado recibe un código único y un nombre de fantasía, elegido por quien aportó el primer registro del animal. Muchos de estos nombres provienen de la lengua yagán, en honor al pueblo canoero que habitaba la zona, mientras que otros tienen un significado sentimental para quienes los propusieron.

Un ejemplo es el de Shima, cuyo nombre en yagán significa “agua”. Identificada por primera vez en 2018, esta ballena ha regresado al canal Beagle cada año, convirtiéndose en la más reavistada hasta la fecha.

Agustina Dellabianca destaca el caso de la ballena #131, bautizada Temperley por una fotógrafa colaboradora en honor a su club de fútbol y ciudad natal. “Cada nombre tiene una historia detrás”, comenta Agustina, quien resalta el valor emocional y cultural que estos nombres aportan al proyecto.

Mónica Torres, otra de las responsables del proyecto, enfatiza la importancia de generar conciencia y pertenencia en la comunidad local. “Otro objetivo importante es generar interés en una comunidad que mira al mar, con las ballenas quizás como primeras embajadoras. Este acercamiento y sentido de pertenencia es clave para la construcción de una interacción respetuosa con estos hermosos animales y con su ecosistema en general”, afirma.

Además de su valor científico, el proyecto tiene implicancias prácticas para el turismo local. Actualmente, la observación de ballenas se realiza como parte de un recorrido turístico que incluye otras atracciones. Sin embargo, los resultados del proyecto podrían permitir evaluar la factibilidad de desarrollar el avistaje de ballenas como una actividad principal. “Los resultados de este proyecto permitirán también evaluar la factibilidad de desarrollar el avistaje de ballenas como una actividad turística principal, lo que beneficiaría al sector y facilitaría la implementación de regulaciones adecuadas”, señala Natalia Dellabianca. Además, estos antecedentes serán clave para identificar y mitigar los posibles impactos de esta interacción.

El proyecto Jorobadas del Beagle también incluye charlas informativas para la comunidad náutica y el público en general, así como la distribución de catálogos impresos como material de divulgación. Cuenta con el apoyo de la organización de conservación de la naturaleza WCS Argentina y del Comité de seguimiento del Compromiso Onashaga, lo que refleja su relevancia tanto a nivel local como internacional.

Esta iniciativa no solo ha permitido avanzar en el conocimiento científico sobre las ballenas jorobadas en el canal Beagle, sino que también ha fomentado la participación ciudadana y ha fortalecido el vínculo entre la comunidad y su entorno natural. Con más de una década de trabajo, el proyecto es un ejemplo de cómo la ciencia y la colaboración pueden contribuir a la conservación y al desarrollo sostenible.

(Fuente y fotos: CONICET)