El azar revela un mundo oculto: la Antártida expone un ecosistema secreto tras ruptura de hielo

Científicos documentan por primera vez un vibrante ecosistema submarino, con especies centenarias y posibles nuevos descubrimientos, tras el colapso de una masa de hielo del tamaño de una metrópolis.  

La Antártida ha guardado durante siglos -quizás milenios- un secreto biológico de proporciones monumentales bajo su impenetrable capa de hielo. 

Ese misterio salió a la luz de la manera más inesperada: cuando un bloque de hielo equivalente al área de Chicago se desgajó de la plataforma Larsen Este en enero de 2024, el evento, una consecuencia más del acelerado calentamiento global, creó una fisura hacia lo desconocido. 

Lo que un equipo internacional de científicos encontró en esas profundidades reescribe los manuales de biología marina: un ecosistema prístino, exuberante y complejo, donde corales del tamaño de árboles, esponjas cristalinas y arañas marinas gigantes coexisten en un ballet ecológico que desafía las condiciones más extremas del planeta.  

La expedición, coordinada por el Instituto Oceanográfico Schmidt con participación del CESAM de Portugal, tenía originalmente otros objetivos científicos. Pero el derrumbe glaciar, detectado en tiempo real por satélites, les obligó a recalcular rutas. 

«Fue como si la Antártida nos tendiera una invitación», confiesa la Dra. Patricia Esquete, oceanógrafa que dirigió la inmersión. 

Utilizando robots submarinos y cámaras de alta resolución, el equipo cartografió durante ocho días un territorio nunca hollado por el ser humano, descendiendo hasta los 1.300 metros. Allí, la escena los dejó sin aliento: colonias de cnidarios bioluminiscentes tejían cortinas azules sobre fondos rocosos, mientras bancos de peces de hielo, vertebrados con proteínas anticongelantes, se movían entre jardines de briozoos.  

La magnitud del hallazgo radica no solo en su biodiversidad, sino en su antigüedad. «Algunos de estos corales negros miden más de cuatro metros; su crecimiento es tan lento que podrían ser contemporáneos de la Revolución Industrial», explica Esquete. 

Los investigadores sospechan que se trata de un «refugio climático», donde especies ancestrales sobrevivieron a glaciaciones. Más sorprendente aún fue el descubrimiento de al menos quince organismos que no coinciden con registros taxonómicos conocidos, incluyendo un pulpo de tentáculos irisados y esponjas con simetrías nunca documentadas.

Para la comunidad científica, este ecosistema es una cápsula del tiempo con doble valor: biológico y climático. «Cada espécimen cuenta una historia de adaptación», señala el Dr. Luis Campos, glaciólogo no vinculado al estudio. «Pero también son centinelas: su existencia prueba que la vida persiste bajo el hielo, y su futuro depende de cuán rápido actuemos frente al deshielo». De hecho, el área recién expuesta ya muestra signos de estrés: corrientes más cálidas y cambios en la salinidad.

Jyotika Virmani, directora del Schmidt, reflexiona sobre la paradoja: «El mismo fenómeno que amenaza la Antártida, el colapso glaciar, nos permite entenderla mejor»

Los datos recolectados alimentarán modelos predictivos, pero también plantean dilemas éticos. ¿Debe intervenirse para proteger estos ecosistemas recién descubiertos? ¿O documentarlos antes de que desaparezcan? 

Mientras debaten, el equipo guarda otra certeza: bajo el sexto continente yacen más secretos. «Esto es solo el primer capítulo», adelanta Esquete. «El océano austral sigue escribiendo su épica, y nosotros, con suerte, aprenderemos a leerla antes de que se borren sus páginas».

Nota: Este reportaje está basado en información del Schmidt Ocean Institute, de donde también son las fotografías. Se basa en los primeros hallazgos de la expedición. Los análisis genéticos y geoquímicos, actualmente en curso, podrían demorar años en develar todos los enigmas de este santuario submarino.