Ballenas en Ushuaia: cómo disfrutarlas con responsabilidad

El avistamiento responsable de ballenas se consolida como nuevo atractivo turístico, revelando la recuperación de estas especies en las gélidas aguas del canal Beagle.

El canal Beagle, ese brazo de mar que abraza a Ushuaia con su belleza helada, guarda un secreto que cada año se revela con más fuerza: las ballenas han regresado. No son visitas esporádicas, sino encuentros cada vez más frecuentes que transforman la experiencia del viajero. Quienes llegan a la ciudad más austral del mundo buscando los confines, ahora se llevan además el recuerdo imborrable de haber compartido las aguas con estos majestuosos animales.

Para quienes desean vivir este momento de manera plena y respetuosa, hay algunos aspectos que conviene tener presentes. Las ballenas no son un espectáculo programado, sino un regalo de la naturaleza que se disfruta con paciencia y atención. Los primeros indicios suelen ser los soplidos, esas columnas de vapor que emergen en la superficie como un saludo discreto. Luego, si hay suerte, vendrá el arqueo de un lomo oscuro o quizás el imponente espectáculo de una aleta caudal levantándose en el aire antes de sumergirse.

La bióloga Natalia Dellabianca, quien estudia estos animales desde hace años, explica que «muchas son ballenas recurrentes, que hemos identificado y que eligen estas aguas para alimentarse». Esto significa que cada avistamiento no es casual, sino parte de un ciclo natural que estamos aprendiendo a comprender. Por eso, cuando un barco se acerca demasiado rápido o una lancha intenta perseguirlas, no solo se altera su comportamiento inmediato, sino que se pone en riesgo este frágil reencuentro entre las ballenas y su antiguo territorio.

¿Cómo ser entonces un observador ideal? En primer lugar, eligiendo operadores turísticos comprometidos con el avistamiento responsable, aquellos que mantienen distancias prudentes y motores en neutro cuando las ballenas están cerca. Las embarcaciones que reducen su velocidad a menos de 10 nudos no solo previenen colisiones, sino que permiten que los animales se muestren con naturalidad. Hay momentos en que son ellas las que eligen acercarse, curiosas, y esos son los encuentros más auténticos: cuando la ballena decide compartir su espacio.

Desde la costa también es posible ser testigo de este milagro. Algunos puntos privilegiados, como las playas cercanas a la ciudad o los miradores naturales a lo largo de la ruta costera, ofrecen la posibilidad de ver los soplidos a lo lejos, especialmente en días calmados. Un binocular puede convertir esa mancha distante en un momento íntimo con la naturaleza.

Lo más importante quizás sea recordar que estamos ante un fenómeno que trasciende lo turístico. Cada ballena que vuelve al Beagle escribe una historia de conservación exitosa, un capítulo esperanzador en la relación entre los humanos y el mar. Cuando un visitante guarda silencio para escuchar el sonido de su respiración, o contiene la emoción al ver su salto, no solo está acumulando recuerdos: está participando de un renacer natural que convierte a Ushuaia en un lugar aún más mágico.

Al atardecer, cuando el sol tiñe de oro las aguas del canal y alguna ballena rompe la superficie, se entiende por qué este encuentro se graba a fuego en la memoria. No es solo lo que se ve, sino la conciencia de estar presenciando algo extraordinario: el lento pero firme regreso de lo salvaje a su lugar en el mundo.