Fedor Konyukhov: Odisea en solitario alrededor de la Antártida

A sus 73 años, un aventurero ruso enfrenta una travesía de 200 días, remando 9,000 millas náuticas desde Ushuaia, en una nueva hazaña extrema en solitario.

Fedor Konyukhov, explorador ruso de 73 años, es conocido por su audaz incursión en los territorios más remotos y desafiantes del planeta.

Con más de 25 récords mundiales a su nombre, ha escalado el Everest, ha cruzado océanos en solitario, y se ha enfrentado a las inclemencias de la naturaleza en diferentes rincones del mundo.

A principios de diciembre, se embarcó en una nueva hazaña, que consiste en completar la vuelta a la Antártida en solitario, remando desde el Cabo de Hornos hasta Australia en un viaje de 200 días, cuya longitud abarca unas 9000 millas náuticas.

Konyukhov, con una larga barba blanca y una gorra de marinero que parece inmortalizar su conexión con el mar, es un hombre que no teme a los elementos más imponentes.

En su travesía más reciente, emprendida el 5 de diciembre desde Ushuaia, ha pasado ya por los implacables vientos y mares del fin del mundo, enfrentándose a un desafío tanto físico como mental. “Estás solo en el océano en un barco de 9 metros y una vez que pasaste las islas Georgias del Sur, no hay tierra habitada en miles de millas a la redonda”, relató el propio Konyukhov, reflejando la magnitud de su aislamiento.

En esta nueva expedición, el aventurero se enfrenta a 200 días de soledad absoluta, viajando solo en el barco AKROS, un bote de fibra de carbono con timón y tabla central, diseñado para resistir los embates del mar.

Desafío en altamar

El AKROS está equipado con tecnologías avanzadas, como sistemas de comunicación por satélite y una unidad de desalinización de agua que le permite producir hasta tres litros de agua potable por hora. “Lo único que nos preocupa es la salud de Fedor. Si algo se pone serio, vamos a organizar el rescate con la ayuda del país que controla esta región particular del océano”, explicó su hijo, Óscar Konyukhov, quien sigue el progreso de su padre desde Moscú y lo mantiene en contacto dos veces al día.

La travesía es tan exigente como impresionante. Konyukhov depende de su resistencia física y espiritual para avanzar, ya que su única fuente de alimento son las raciones liofilizadas y, cuando tiene suerte, el pescado que logra capturar.

En su último mensaje, relató la emoción de pescar un calamar tras 26 días de intento fallido. «Hoy he pescado mi primer calamar, ¡la primera captura en 26 días!», escribió, describiendo cómo usó un curricán fluorescente para atraerlo en plena oscuridad de la noche. Para un hombre que ha cruzado océanos en balsa y en globo, este tipo de desafíos parece simplemente otro peldaño en su inquebrantable deseo de superación.

En cuanto al clima, las condiciones son duras. La falta de sol y la constante humedad complican la vida a bordo. Konyukhov detalló que los paneles solares de su barco cargan bien incluso en condiciones nubladas, lo que le permite mantener los sistemas funcionando, aunque la unidad de desalinización consume la mayor parte de la energía disponible. “A veces al amanecer veo una estrecha franja en el horizonte y luego un denso manto de nubes cubre todo el día. Los paneles solares cargan bien incluso en estas condiciones. Hasta ahora hay energía suficiente para todos los instrumentos y sistemas de a bordo”, detalló en otro mensaje compartido por su hijo.

La relación entre padre e hijo es fundamental en esta aventura. Óscar sigue la travesía con atención, observando el recorrido en tiempo real a través de los sistemas satelitales y compartiendo actualizaciones en su canal de Telegram.

El joven aventurero confía plenamente en la preparación de su padre para este tipo de desafíos, aunque no es ajeno a los riesgos involucrados. “Fedor es un remero oceánico muy experimentado”, afirmó, destacando sus logros previos, como la travesía del océano Atlántico en 46 días, o la del océano Pacífico, que completó en 160 días.

Motivación sin límites

A pesar de los años y los retos que ha enfrentado, Konyukhov sigue motivado por el deseo de superar sus propios límites. En su juventud, leyó el libro Un ángel en cada hombro, del marinero estadounidense William Willis, quien cruzó el Pacífico en una balsa a los 70 años. “Este libro causó una impresión indeleble en Fedor y, en cierto modo, se convirtió en su guía. En los últimos años, a menudo oía a mi padre decir la frase ‘la edad no es un obstáculo’”, contó Óscar, reflejando el espíritu indomable que ha caracterizado a su padre.

Para Konyukhov, la edad nunca ha sido un impedimento para seguir explorando y conquistando nuevos desafíos. En 2019, completó la primera travesía en solitario desde Nueva Zelanda hasta el Cabo de Hornos, un récord mundial que nadie había logrado antes. En total, cinco intentos anteriores por cruzar el océano Antártico en bote habían fracasado. Pero él lo consiguió en su primer intento, reafirmando su reputación como uno de los aventureros más intrépidos del mundo.

A medida que avanza hacia su destino, Konyukhov se enfrenta a las inmensidades del océano y la interminable soledad, un desafío psicológico constante. “Por encima de ti está el abismo, y por debajo de ti está el abismo, y todo tu cuerpo y toda tu alma se funden con esta eternidad cósmica”, escribió en uno de sus libros, capturando la esencia de su experiencia en alta mar.

Con el tiempo avanzando y más de 2600 km recorridos, el explorador ruso se acerca a un punto clave de su viaje, el meridiano cero, al que espera llegar en enero. Este punto, simbólicamente importante, marcará un hito en su travesía, que debería concluir en junio, tras más de seis meses de lucha contra el mar.

Mientras tanto, su hijo sigue la ruta con atención, asegurándose de que el marinero siga adelante, cada día más cerca de su objetivo final: completar su vuelta a la Antártida, sin abandonar nunca su incansable espíritu aventurero.