Ushuaia: Un destino, dos santuarios naturales para descubrir

Dos reservas emblemáticas, una en la inmensidad del bosque y otra en vecindades de la ciudad, proponen diferentes formas de vivir la naturaleza extrema de Ushuaia, la ciudad más austral del mundo.

Frente al maravilloso canal Beagle, Ushuaia se consolida como la puerta de entrada a un mundo de paisajes sublimes.

Más allá de su emblemática ciudad, dos espacios protegidos ofrecen al visitante una inmersión dual en la riqueza natural fueguina: un área silvestre de gran escala y un refugio ecológico integrado al tejido urbano.

La Reserva Natural Cerro Alarkén y la Reserva Natural Urbana Bahía Encerrada representan dos facetas de la conservación, brindando alternativas diversas para el esparcimiento, la educación ambiental y el contacto directo con un ecosistema único en el planeta.

Por un lado, la imponente Reserva Natural Cerro Alarkén despliega 100 hectáreas de bosques nativos ininterrumpidos, un dominio de lengas, ñires y coihues que sirve de hábitat a la distintiva fauna y flora local.

El acceso a este entorno preservado se realiza a través de los senderos que nacen en el hotel Arakur, situado en el corazón mismo de la reserva. El recorrido culmina en un mirador natural en la cumbre, un balcón excepcional que regala una vista panorámica de 360 grados.

Desde allí, la vista abarca la totalidad de la bahía de Ushuaia, las sierras Martial y Vinciguerra con su glaciar, los valles de Andorra, el río Chico y una impresionante perspectiva del canal Beagle custodiado por los montes Olivia y Cinco Hermanos.

Este entorno es ideal para la práctica de actividades al aire libre, con circuitos de senderismo de variada dificultad, oportunidades únicas para la observación de especies y paseos dedicados exclusivamente a la fotografía de paisajes.

Naturaleza urbana

Por otro lado, en pleno centro de la urbe, la Reserva Natural Urbana Bahía Encerrada (RNUBE) se erige como un testimonio de la convivencia entre la ciudad y la naturaleza.

Este espacio, vital como pulmón verde y corredor biológico, protege un humedal de 31,66 hectáreas donde confluyen más de setenta especies de aves, incluyendo numerosas migratorias.

Su creación, formalizada en 2009 gracias a la iniciativa de vecinos, asegura la conservación de este ecosistema y de sitios históricos como los concheros yaganes.

Los visitantes pueden recorrerla libremente a través de sus senderos demarcados y miradores, disfrutando de una vista privilegiada de la ciudad y el canal, lo que la convierte en un aula a cielo abierto perfecta para la observación de aves.

Para garantizar su preservación, es fundamental que el público respete las normas: no ingresar con mascotas, circular solo por las sendas establecidas, no generar ruidos molestos, no alimentar a los animales y llevarse toda la basura, colaborando así con el cuidado de este frágil entorno.